En la antigüedad los cálices se hacían de calcedonia forrada de plata. Se decía que impedía el envenenamiento.
La calcedonia armoniza la mente, el cuerpo, las emociones y el espíritu. Infundiendo sentimientos de benevolencia y generosidad, disipa la hostilidad y transforma la melancolía en alegría.
Psicológicamente, alivia la duda respecto a uno mismo y facilita la reflexión interna constructiva. Crea una personalidad abierta y entusiasta. Absorbe y disipa los pensamientos y emociones negativos y los malos sueños.
Es una poderosa limpiadora, fomenta el instinto maternal y mejora la lactancia. Incrementa la asimilación de minerales y combate la acumulación mineral en las venas. La calcedonia reduce los efectos de la demencia y senilidad.